dilluns, 9 de juny del 2008

Estoy mal, la marca me da igual

La teoría y la práctica nos dicen que escogemos productos de una marca porque nos gustan, nos sentimos identificados con ella, nos da una garantía de calidad… . todo esto está muy bien, pero que pasa cuando las marcas dejan de serlo para pasar a formar parte de una terapia emocional?. Me explico, cuando las mujeres están tristes comen chocolate o van de compras, los hombres solemos ir más de compras puntualmente si estamos estresados o deprimidos. En este paréntesis de trastorno emocional, el acto de compra se convierte en un acto puramente emocional, para apaciguar el mal momento que estamos pasando. Creo que en este momento lo que de verdad importa es dicho acto, pasando a un segundo plano el producto que compramos y es ahí donde la marca pierde parte de su fuerza. Compramos porque en aquel preciso momento “ aquello “ nos ha gustado, pero no porque tengamos preferencia por ello. La prueba está en que lo que hemos comprado, pasado un tiempo puede que ni nos interese. La pregunta del millón de dólares es si las emociones pueden llegar a distorsionar una marca. Abran juego señores!